jueves, 5 de agosto de 2010

Una noche de Paz - Por Rocío Monti.

- Hace ya 3 meses que mi vida cambió. Hoy duermo sola y no tengo ese beso de buenas noches como solía tener. La comida que hoy llevo a mi boca proviene de un número de 8 dígitos. Vivo con mi tía que me deja hacer casi todo lo que quiero. Ella es viuda, mató a su marido cuando se enteró que él la engañaba con otra mujer. Sufría de pequeños trastornos psicológicos, con cambios de personalidad nadie puede vivir en paz. Su enfermedad duró hasta que a ella le llego la menopausia, los doctores determinaron que eso era lo que causaba esos cambios y que a partir de ese momento, con esas 3 píldoras diarias, ella estaría dada de alta.
Hoy sigo en el colegio, pero mis amigos están distantes, ya prácticamente no me hablan, dicen que estoy cambiada, que ya no soy la misma. Sé que estoy distinta, pero se supone que son mis amigos y me tienen que entender. Ya no quiero ir más al colegio, creo que lo voy a dejar. Ya no salgo y pasé de ser una persona común a estar llena de rencor y odio y de tener, siempre dentro de mí las ganas de no volver a ver a nadie más, de estar sola…

Una mañana despertó con los gritos que nuevamente quería borrar de su cabeza. Su tía, Evelyna, entró a su cuarto con una bata sucia y unas pantuflas de hotel barato.
- Evelyna: ¡Despertate nena! Que vos tenés que ir al colegio y se te hace tarde.
Paz se despierta desconcertada. La tía se va y deja la puerta abierta. Ella con mucha bronca, gritó.
- Paz: ¡Ya voy! Cerrame la puerta o a caso vivís en carpa?
Su tía (sin prestarle mucha atención a lo que decía), respondió:
- Evelyna: ¡si, dale nena!
Paz se levanta enojada de su cama, se le había pasado todo el sueño en ese momento de éxtasis. Cerró la puerta muy fuerte y se quito el pijama, una vieja remera rota y un pantalón desteñido. Se puso un jean y una camisa sucia que yacía por ahí. Agarró su mochila, una tableta de pastillas y salió del cuarto. Bajó a desayunar y antes del jugo de naranja, se comió una tostada y como una pastilla contra el dolor de cabeza, dos sin pensarlo.
Sale a la parada de colectivos, olvidando su abrigo. Desde que su “gran amigo” (así lo llamaba ella), la medicó contra la soledad ya no siente ni frío ni calor. Solo veía estrellas de colores por todos lados, sentía una alegría inigualable, que solo eran reales en sus sueños y en su mundo. Misteriosamente, en ellas, encontraba algo que hacia que le importara poco y nada lo que pasaba alrededor, en el mundo. Aun así, sentía un gran vacío en su alma, imposible de llenar, ni siquiera, con esa “magia” que su amigo le había regalado.

En el colegio, se sentó en el banco más alejado que podría haber encontrado, ahí, en el fondo a la derecha. Curiosamente, todos sus compañeros llevaban bufandas y camperas. Tuvo su clase de historia, así paso a la de matemáticas y luego biología, la clase se trataba sobre drogas y sexualidad, que tendrá una cosa con la otra, no se sabía, pero fue en ese instante que recordó lo que había pasado hacia ya un mes, cuando en su casa, un hombre de camisa y traje, bien parecido; se había presentado a solicitar un servicio.
Javier “Bocha” Rodríguez, narcotraficante, casado con una hija de a penas 4 años. Su titulo: comerciante.
Paz llamó a su tía para decirle que hablara con el hombre. Ellos hablaron unas pocas palabras. Evelyna llevo a Paz a la cocina y solo dijo una frase:
- Evelyna: si no haces esto, no comemos por más de un mes, quien sabe, toda la vida.
- Paz: (sin hacer ningún otro gesto asintió y miro al hombre que se encontraba en el living. Con tristeza tuvo que contestar.) Bueno.
Se acercaron al hombre y la tía de paz le dio a él una tarjeta con sus datos y el le entregó $400. Se levantó del sillón viejo con flores y acompaño a Paz hasta la puerta del acompañante de su auto.
La llevó al hotel más caro que encontró y antes de que comenzaran a hacer nada, ella le dijo.
- Paz: ¿Qué es lo que busca en una chica de 17 años? Soy menor todavía, no quiero que queden huellas en mí, porque ya son demasiadas las que tengo.
- Javier: Quédate tranquila. Toma estas estrellas te van a hacer pasar el rato, son como pastillas de caramelo, están buenas, pruébalas (el hombre tomó una y Paz miró la tableta y tomó dos de golpe y sin pensarlo dos veces).
Luego de 7 horas, paz volvió a su casa y se tendió en su cama, todo a su alrededor tenia un diferente matiz, todo cambiaba su forma, era extraño, pero eso saciaba su sed de compañía, hablaba hasta con su reflejo. Todo era divino hasta que los efectos de las drogas comenzaron a pasar, todo volvía a su lugar, y el país de las maravillas que ella creaba de su alrededor volvía a ser ese cuarto en el que ella dormía y lloraba todas las noches. Desde aquel día, Javier, había convertido su vida en algo más fácil, se había convertido en una persona que calmaba aquellos malestares. A partir de ello, lo veía una vez a la semana y él la premiaba con una tableta de estrellas y $400 que le daba a su tía. Sabia que estaba mal lo que hacia, pero ella, así, encontraba la calma.

Volvió a la clase luego de haberse perdido en su recuerdo. No comprendía nada, pero justo tocó el timbre de salida y ella corrió al baño. Tomó una pastilla y se fue a su casa.

Cuando llegó, se sintió más sola que nunca, estaba ya cansada de ese vacío. Cansada de tener que salir a trabajar para poder “ganarse el pan de cada día” como le decía su tía. Cansada de encontrarse todas las noches con hombres que solicitaban su servicio, un servicio al que ella detestaba pero curiosamente en estos meses, la había ayudado con su vacío.
Al cabo de pocos meses, su tía falleció, mal o bien, ella la acompañaba, ahora realmente, estaba sola. Sin nadie, se encontraba frente a la mesa con un plato, un juego de cubiertos, y un vaso. Centímetros después unas líneas blancas, parecían tiza. Así escaparía de este mundo detestable, lleno de pérdidas y angustias.

El caso del que ella era sospechosa seguía en el juzgado, y mensualmente tenía que presentarse a hablar con el juez.
Llega al juzgado con el abogado designado por el estado, y allí la esperaban el fiscal y el juez. Como siempre, ella llegando tarde a todos lados
(Dentro de la sala)
- Fiscal: es que no puede ser que llegue tarde siempre, es una falta de respeto (interrumpe la llegada de paz dentro de la sala) Buenas tardes señorita Mörder.
- Paz: se me perdió el colectivo
- Fiscal: No hay excusas.
- Juez: (interrumpiendo al fiscal) No es hora de hablar de esto, vamos al caso.
- Abogado: Mi cliente quiere contar su versión de los hechos. Visto y considerando que por más que no sea oficial, quieren tomarla como sospechosa, ella debería contar lo sucedido.
El fiscal se acercó a Paz mirándola con firmeza y poniéndola incómoda, una vez más en su vida.
Paz quitó sus ojos de la vista del fiscal, y comenzó a hablar
- Paz: mis padres se conocieron hace 29 años, 12 años antes de que yo naciera, fueron muy felices. Según ellos, yo había sido una bendición, pero sus caras, al decirlo, no transmitían lo mismo.
La semana de lo ocurrido, habían pasado muchas cosas extrañas, pero nunca creí que fueran importantes. Mi mamá discutió mucho con mi tía, ella quería que yo viviera en su casa pero mamá se negó y papá discutió con ella porque decía que había tratado mal a su hermana.
- Fiscal: (interrumpiéndola) ¿Entonces? ¿Vos sabes algo más?
- Juez: déjela continuar por favor.
- Fiscal: (avergonzado) disculpe.
- Paz: (comienza a contar con los ojos llorosos) Solo recuerdo de ese día, que me sentía muy mal, y me tome una pastilla para el dolor de cabeza (ella recordaba, y tenia la imagen de haber tomado dos pastillas que su tía había olvidado en la cocina, según Evelyna, eran para el dolor de cabeza) y comencé a cocinar, en eso llegó mi tía y me vio media mareada, me dijo que ella iba a seguir cocinando que la dejara. Yo me fui a la puerta porque alguien tocó, al abrir ví que era un amigo de mi tía, lo dejé entrar y cerré la puerta. Él fue hasta la cocina con mi tía y me llamaron para que yo siga cocinando. El hombre le dio a mi tía un papel y se fue.
- Fiscal: ¿Y cómo sabe usted?
- Paz: Porqué vi todo desde la cocina.
- Fiscal: De lo que usted cocinaba, ¿Comió algo?
- Paz: No, porque no me gustan.
- Fiscal: ¿Usted que hizo esa noche?
- Paz: Salí a dar una vuelta con mis amigas, quería dejarlos solos porque habían discutido y quería que se arreglen.
- Fiscal: ¿Y qué les estaba cocinando?
- Paz: Una salsa para unos canelones que les preparaba a ellos todos los meses hasta que fallecieron. (Estalló en llanto)

Paz estaba aturdida ya por las voces de la gente que la rodeaba, tanto que se sentía presionada en el juzgado, pidió para ir a respirar y se sentó en las escaleras de afuera, saco su botella de agua, agarró su tableta de la mochila, al ver que sólo le quedaban solo 3 pastillas, agarró el teléfono y llamó a su "gran amigo".
- Javier "Bocha" Rodríguez: ¿Hola?
- Paz: (nerviosa) ¿Buenos días, señor Javier?
- Javier "Bocha" Rodríguez: (confundido) ¿Si? ¿Quién habla?
- Paz: Habla Paz Mörder, llamaba por las estrellas. Ya no tengo y la soledad me esta matando.
- Javier "Bocha" Rodríguez: Hola preciosa, no tenia tu teléfono agendado. ¿Cómo es eso que la soledad te esta matando?
- Paz: Sí, estoy en la puerta del juzgado, salí a tomar un poco de aire y agua porque estoy agobiada. El fiscal no para de preguntarme cosas. Me siento mas sola que nunca y no hay nadie para apoyarme, estoy deprimiéndome y ya no tengo mas estrellas.
- Javier "Bocha" Rodríguez: Huy princesa, yo ahora estoy por entrar a una reunión y hoy tengo una cena, pero si querés la cancelo y te llevo a algún lado y te doy mas estrellas.
Paz: Bueno, (con voz de seductora) llamame mas tarde. Un beso, te amo.
Javier "Bocha" Rodríguez: Un beso hermosa. Chau. (Corta el teléfono)
Ella esperando un simple te quiero se toma dos pastillas, respira profundo y guarda todo dentro de la mochila, se levanta y vuelve a entrar al juzgado.
- Juez: Señorita Paz. Veo que está agobiada por el día que tiene hoy, valla a su casa y nos vemos la semana que viene.
- Paz: Bueno. Gracias.
Paz se retira con el abogado y el fiscal.

Llega a su casa, se baña, se maquilla y se arregla para salir con Javier. Él como siempre, llegó a punto a buscarla, ella estaba tan feliz que olvidó por completo su cartera y lo abrazó, él estaba medio confundido pero la abrazó de todos modos. Se subieron al auto y partieron sin rumbo. Una vez arriba del auto, él le pregunto por que estaba tan extraña cuando ella lo llamo, a lo que ella respondió.
- Paz: El fiscal desconfía de mi, cree que yo soy capaz de matar a mis padres, algo que jamás haría. Amaba a mis padres aunque ellos a mi no. Me dieron la vida, el pan durante mucho tiempo. Me criaron, ¿Qué más puedo pedir?
- Javier: Vos sos incapaz de hacer algo así, yo lo sé, vos no mataste a tus padres, es imposible. (Luego de un silencio el sigue hablando.) Bueno, dejemos de pensar en eso. Pensa en algún lugar a donde quieras ir a comer.
- Paz: A donde vos elijas.
- Javier: Bueno, esta bien.
Llegaron a un excéntrico restaurante en puerto madero y ordenaron, ella, unos fideos con salsa mixta. Y él, un lomo al champignon. Al mozo le pareció un tanto sospechoso el hecho de que una chica tan joven se encuentre en un restaurante tan caro en puerto madero, con un hombre de esas características. Ella comió como si fuera la primera vez en meses que no comiera, estaba harta del delivery y el hecho de tener plata para pagar algo era genial.
- Javier: Paz, come más despacio, te vas a atragantar.
- Paz: Tenés razón, perdoname, es que hace días que no como comida de verdad, y ya me está cansando.
- Javier: Bueno, pero disfrutá la comida, después te llevo a donde vos quieras.
- Paz: Quiero que salgamos a caminar.
- Javier: (la miró muy extrañamente) Bueno, esta bien.

Terminaron de comer y pagaron, salieron del restaurante, y comenzaron a caminar hablando de la vida. Ella en un vestido de color negro, y el tapado que él le había dado para que no se enfermara. Caminaban cual si fueran pareja hace unos meses, abrazados y riéndose de todo. Extrañamente, él tenía la capacidad de hacerla feliz, a pesar de su diferencia de edad y del daño que con las drogas le causaba.
- Javier: Te tengo que confesar algo, yo me doy cuenta que así no sos feliz pero tampoco puedo seguir mintiendo.
- Paz: (Mirando a los ojos de Javier.) ¿Qué es? ¿Pasó algo importante?
Sabiendo que había cometido errores, el se lo dijo porque lo creía correcto.
- Javier: Ti tía mató a tus padres.
- Paz: (Confundida) ¿Cómo? (tartamudeando termino la pregunta) ¿Cómo sabes?
- Javier: Porque ese día que vos le cocinabas a tus padres yo le lleve unas pastillas a tu tía.
- Paz: (asustada) ¿Esas que tomé yo?
- Javier: (Preocupado y nervioso) ¿Cómo que tomaste vos? ¿Las amarillas?
- Paz: No (Javier se calma), habían unas pastillas blancas, que mi tía me dijo que eran para el dolor de cabeza, yo las tomé y me empecé a sentir mareada.
Javier sabía que esas pastillas eran droga, de la más fuerte, pero no se lo dijo para que ella no se sintiera mal, ya suficiente que la había hecho drogodependiente con las estrellas como para que comience con otra. Comenzó así recordar lo que había sucedido ese día. Ella cocinaba y su tía le pidió que la dejara seguir cocinando. Cuando suena el timbre, ella sale corriendo a abrir la perta, era Javier, ella todavía no lo conocía. Como la tía lo conocía, lo dejo pasar a la cocina donde ella se encontraba, le entregó las drogas, ella las puso en la salsa y le dijo a Paz que volviera a cocinar. El hombre se retiró dejándole un papel a su tía. Los padres de Paz murieron ese día y durante esa semana paz estuvo sin hambre ni sed, solo dolor. Así transcurrieron los días hasta que conoció a Javier, quien hizo de su vida una miseria hasta que se dio cuenta que Paz, solo buscaba amor.
Una vez que Paz comprendió la situación, le pidió a él que la llevara a su casa. Sin omitir palabra, el la llevó y cuando pararon en una estación de servicio, él bajó a comprar chicles y ella, revisando su auto, encontró estrellas, las tomó sin pedirlas y las guardó en donde pudo. Al llegar a su casa, se bajo del auto sin saludar y entro a su casa. Tomo tres pastillas y puso la música a todo volumen. Estaba tan frustrada con la vida, con la injusta decisión que había tomado para ella, que desparramó todo lo que encontró ordenado, rompió platos, y hasta intento suicidarse, pero con un cuchillo de plástico, lo único que conseguiría era un raspón. Callo al piso repentinamente y quedo tendida en el suelo de su cuarto como sin vida. Los vecinos llamaron al 911 porque era extraño, no ver a nadie en casa, y que esté tan alto el volumen. Cuando la policía llego, al notar que nadie abría la puerta la abrieron a la fuerza y vieron el cuerpo de paz, llamaron a los paramédicos y Paz, fue internada en un centro de rehabilitación.
Habían pasado dos meses desde la última vez que había visto a Javier, cuando él la fue a visitar a la clínica y ella no quiso verlo, sintió que había perdido aquel eslabón que la salvaba de lo sucedido. Y en vez de ver a Javier, pidió hablar con el juez. El juez fue a la clínica a hablar con ella y le llevo un ramo de flores para que se mejore.
- Juez: Paz Mörder, el caso que más me hace pensar. El caso que me quita el sueño todas las noches y que me hace pensar una y otra vez cuales pudieron haber sido las consecuencias y los “¿Por qué?” de la historia. Me mandaste a llamar Paz ¿Estas bien?
- Paz: Señor juez. Tengo que confesarle algo. Es sobre la muerte de mis padres.
- Juez: Dígame señorita Paz.
- Paz: Como puede ver, las drogas me llevaron por mal camino, mi vida desde la muerte de mis padres no es como era antes. No puedo vivir sin tomarme pastillas para poder sacarme el estrés que cargo siempre. (Con un nudo en la garganta y los ojos llorosos) No puedo vivir más vendiendo mi cuerpo porque mi tía dejó muchas deudas al morir. No puedo vivir más así. (Paz estalla en llanto)
- Juez: Mira Paz. Tu vida no es fácil, pero tampoco la de los demás jóvenes que se presentan todos los días a declarar. O porque los padres los violan, o porque los hacen trabajar, o por maltrato. Millones de cosas hoy en día nos hacen mal, nos hacen llorar y reír. Pero por la vida no se puede ir llorando, hay una sola Paz.
- Paz: Mi tía fue quien mató a mis padres. El señor Javier Rodríguez, apodado “Bocha” fue quien le consiguió las drogas para que ellos consumieran y murieran. Por culpa de él, yo estoy pasando por esto. Y a demás de todas esas cosas, el abusó de mi con el consentimiento de mi tía, quien me vendía por 400 pesos por noche.

Paz le confesó todo al juez, Javier fue apresado y su caso salió en todos los medios, el pueblo seguía la historia de Paz, le dejaban flores y regalos en la clínica en la que ella estaba internada, la visitaban hasta sus amigos, que no entendían el por que ella se volvió tan rara. Paz recordó una entrevista para un canal de televisión ella dijo:
- Paz: Yo creo, que el hecho de dejarme llevar por personas que sabía que me hacían mal fue mi culpa. Yo no debí permitir eso de ninguna manera. Hoy gracias a todo lo que no me dio ni mi tía, ni ese hombre, puedo decir que me salve.
- Periodista: Y hoy, decís que te salvaste de las drogas, de la soledad. Pero ¿Qué podes decir al respecto?
- Paz: Que si no fuera por el simple hecho de que dios me salvo la vida, hoy no estaría hablándote acá.
- Periodista: Gracias paz.
La nube que se formó en la cabeza de paz recordando aquella entrevista, se difumino en el aire. Se sentó en la ventana de la clínica y miró como entraban y salían las personas; adictos, curados, enfermos, enfermeros, entre tanta gente más. Miraba por la ventana, recordaba como si fuera una película, todo aquello que había vivido y no olvidaba la cara de sus padres, ni de la gente que amaba y pensaba.
- Llega un momento, en el cual uno quiere volver a vivir algunos momentos inolvidables. Momentos que quedan guardados por siempre en la mente; grandes o pequeños momentos inolvidables, junto a esas personas que saben hacernos reír y llorar.
Llega ese momento, y deseamos que todo lo vivido no sea más un pensamiento, sino una realidad.
Esas ansias de volver a vivir algunos momentos o de volver a cruzar palabras con las personas que no ves hace ya mucho tiempo, y por cuestiones de la vida o pavadas, hoy ya no Tenés a tu lado.
Esos momentos en que uno se sienta y piensa en aquellos errores cometidos, pasos mal dados y palabras mal utilizadas, hiriendo a la gente que hoy, al darnos cuenta de las cosas, nos damos cuenta, también que perdimos. Dicen que uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. Así es, no nos logramos dar cuenta de lo que tenemos, ni siquiera cuando lo vemos marchar frente a nuestros propios ojos ¡Qué cruel! ¿No? Cruel, pero cierto.
Hoy agradezco poder haber tomado la decisión correcta, hoy puedo decir que soy feliz a pesar de lo que me pasó, que lo que tengo me alcanza. Aunque se que hay mas por tener, no me preocupo por tenerlo o por verlo, aunque por dentro llueve todos los días.
Que sería de mí sin las pocas personas que me quedan de pie en la batalla de la vida. Agradezco poder estar en recuperación y saber. Que la muerte de mis padres, algún día me la voy a vengar. Y por fin voy a poder tener una noche en paz.

FIN

Autora: Rocío Magdalena Monti.

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